Hay veranos buenos y veranos muy buenos, y este último está siendo de los mejores por planes improvisados, guapo subido, hobbies redescubiertos, fiestas populares, hormonas revolucionadas y amiguismo máximo. Sé que el grado de diversión lo pone uno mismo y que la felicidad eterna no existe, pero simular vivir en un continuo bucle de libertad y despreocupación es contagioso, y así hemos terminado todos, riendo con banda sonora a juego. Así hasta que nos demos cuenta un día de que no somos tan guapos, ni tan divertidos, ni tan amigos, ni tan guays. Y habremos gastado un calendario, o dos, o tres, y la desilusión de vernos del montón nos dolerá durante un rato. Pero para esto todavía falta. Aún quedan unas semanas de buen tiempo, un par de festivales indies y algún vestido de tirantes por estrenar. Aún hay días para ser felices.