Me gusta sentir que puedo comerme el mundo, que creo en lo que hago, que sé de lo que hablo. Me gusta imaginar vidas y mirar fotos que no dicen nada en general y para mí dicen mucho, y ponerles títulos y releerlos de vez en cuando. Me gusta ojear revistas de decoración y perderme recolocando las cosas en la estantería. Devoro libros para ausentarme y olvidar, y miro películas independientes que nadie definiría como preferidas y para mí lo son. Canto cuando nadie me ve y muevo rítmicamente el pie y la cabeza en el metro. Música de autor, de esa que me involucra y me pone la piel de gallina. Bailo con los ojos cerrados y el brazo en alto, sintiendo cada nota recorrer mi cuerpo. Adoro andar descalza y beber agua fría. Los vestidos de verano y llevar bailarinas. Disfruto con la soledad aún ansiando encontrar a alguien que me abrace y me coja de la mano y me invite a irnos lejos y descubrir. La primavera y el otoño. Los tulipanes. El frío, los jerséis gruesos y los sombreros. Envidio la ternura de quienes han compartido toda una vida. Viajar, conocer culturas, leer historias de mujeres valientes que afrontaron la vida de cara, y tumbarme al sol. Empaparme de la energía vitalizante del astro rey y dejar la mente en blanco. Adoro las aceitunas, las cerezas y el queso blanco, casi sin sabor. Como por texturas, con los dedos si puedo. Me estremezco con las voces roncas. Creo en las primeras impresiones. Camino con prisa y actúo por intuición. Mojarme los días de lluvia y sudar cuando hago el amor. Adoro hacer regalos porque sí y reunir a los amigos. Me gustan los olores que me evocan cosas, personas y recuerdos.