Estaba asustada. Le aterrorizaba no saber qué pasaría, cómo serían estas primeras veces sin él. Le quitaban el sueño y las imaginaba mucho, a todas horas, con todas las variantes posibles. Esa silla vacía, esas conversaciones en el aire, ese cumpleaños que ya no volverá a cumplir. Estaba ansiosa y a ratos triste y de mal humor, quería que los días pasaran cuanto antes, indoloros. Al despertarse tanteó la posibilidad de una pastilla que la calmara pero finalmente dejó que la ilusión de los más pequeños cogiera el timón y todo fluyera a su son; las sonrisas y también las lágrimas. Los recuerdos y las nuevas tradiciones, que se obligó a crear, se entrelazaron y las horas fueron pasando. Cuando se dio cuenta ya había oscurecido, y lo habían superado. Poco a poco iban encontrando la manera de seguir.