‘¡Coge un número!’, me abordan al entrar en la sala. ‘¡Venga, venga!’, vitorean, y me animo y remuevo las papeletas y saco uno de los cartones, lo desdoblo y ahí está, mi número, ese que me ha acompañado desde pequeña en las camisetas deportivas, en los ¿cuántos quieres?, en las contraseñas, en las elecciones que no funcionaban con el pito pito colorito. Ahí está, y lo observo atenta, apretándolo fuerte con la mano, dándole el poder de alegrar mi día. Tiene que ser una señal, me aventuro a creer. Y aquí estoy, mirándolo de reojo y esperando que tenga una consecuencia tras tantos tropiezos.
Archivo mensual: mayo 2014
Cicatrices
Me cuesta cicatrizar, por dentro digo, las heridas de vida supuran en mi interior y los recuerdos me siguen doliendo casi casi como el primer día. Aunque por fuera aparentemente todo está bien, por dentro el dolor crece, y a veces una Moritz consigue calmarlo, otras una sesión de spinning o un encuentro sexual sin importancia. Pero la calma es momentánea y últimamente hay heridas que están cogiendo un protagonismo inusual, tanto que mi mirada ha perdido alegría y mi conversación fuerza. Tengo un descalabro interno, de sentimientos, de recuerdos, de miedos, de fracasos… Un malestar inexplicable que trastoca mis días y me convierte en alguien insulso. Imágenes difuminadas vuelven a mi memoria mientras miro al techo y pienso en pedir otra ronda de chupitos para apaciguar el recuerdo unas horas más.
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Cánones de belleza
Hablamos de la belleza, de lo subjetivo de esa sensación que cada uno interpreta al mirar algo o alguien. Hablamos de los cánones establecidos y de lo poco que compartimos los gustos de las multitudes, y recuerdo una entrevista a Khaled Hosseini en la que decía que “la belleza es un regalo arbitrario e inmerecido”. Y pienso que tiene razón, y pienso también que ser bello no es una seguridad de nada. Alguien coge entonces el testigo y añade porcentajes a la conversación. Y asegura, a modo de ejemplo, ‘ella es guapa para muchos, para el 83%’, aventura; ‘ahí tendríamos un buen caso práctico’, apostilla. ‘Una persona bella con una vida solitaria’. Lo dice sin maldad, describiendo la realidad. Desde pequeña maldigo esa máscara real que me ha tocado y que no se corresponde con la imagen que quiero proyectar. No me acepto, y caigo en tretas estúpidas con el espejo que solo consiguen agotarme mental y físicamente mientras el tiempo, mi tiempo, se va esfumando.
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