Me gustan el desaliño estudiado, las manos grandes y los gestos que hablan. Dormir despreocupadamente, llevar el móvil en silencio y cruzar los pasos de peatones decidida. El olor a mar y el sabor a sal que queda en mis labios. Que me toquen la cabeza, me rasquen la espalda y me hagan cosquillas en los pies. Me encantan los bolsos grandes, las pulseras y los fulares. Mirar a los ojos, hablar a la cara. La adrenalina de saltar desde un puente y de liderar una reunión. Tomar un té verde caliente en la terraza, empezar a leer el periódico por la contraportada y hacer crucigramas. La piel suave en mí y la barba de dos días en él. El acento de les terres del ebre y la gente sin convencionalismos que se ha forjado su propia historia. Escribir con frases sencillas cargadas de dobles sentidos. Me gusta hablar, y sé escuchar, que me acaricien y acariciar. Los abrazos me pierden y reír es mi escudo. Un gin-tonic cortito en un bar de Gracia. Me muero por un buen beso, y adoro la complicidad. Me gusta cuando las cosas surgen, son naturales y sencillas. Leer entrevistas. La ironía sutil. Callejear por Barcelona y sorprenderme con rincones desconocidos. Las galletas príncipe, los susurros mañaneros y los planes improvisados. Me gustan la valentía y la lucha por ideales, cada uno los suyos. Las alteraciones insospechadas y los giros en el guion. Los diálogos incisivos y las conversaciones gustosas e interminables. El arte en su faceta más real, con locura y expresionismo. Un papel en blanco y un boli bic, y tiempo. Me gusta sentirme útil y pensar que algún día seré feliz.