‘Que tenga un buen día’, ‘Hoy le han traído un paquete’, ‘Cuidado no resbale’, ‘¿Necesita que le ayude con las bolsas?’ son sus frases más repetidas. Podría tenerlas grabadas y limitarse a reproducirlas en función del vecino que cruzara el vestíbulo. Viste con traje azul oscuro y corbata y, cuando hace frío, si tiene que abrir la puerta muy a menudo, usa unos guantes negros de piel que le regaló su padre cuando le cedió el puesto. Frente a la entrada tiene una silla acolchada y un mostrador de madera que trata con mimo. Vive tranquilo, guardando el edificio con pulcritud. Es de esas personas perennes, que se difuminan con el espacio y a la que hemos incorporado en nuestros detalles diarios. Verle correr a llamar el ascensor apenas cruzamos la calle, seguir el partido del Osasuna a través de su transistor o escucharle silbar canciones de ‘La Trinca’ son acciones ya nuestras. Y que duren.