Era una tos común. Una tos molesta de esas que aventuran catarro, y en tiempos pandémicos eso es un alivio. Era una tos constante que llevó a su mujer a vivir con insomnio y engancharse a hacer sudokus de madrugada. Un día tonto se lo comentó al médico y allí empezó el desmorone vertiginoso de su mundo. Ronda de analíticas, electrocardiogramas y tomarse la presión. Todo de diez, aunque la tos sigue, y no se va. Dos días después una radiografía presagia lo peor. La biopsia lo confirma. Sus días ahora sólo ven batas blancas, su cuerpo pierde vida y sus ojos ya no pueden brillar. Ha agotado todas sus lágrimas y lucha por ganar tiempo. Un tiempo que no le dan. Cada día aflora una nueva flaqueza. Parece imposible que hace apenas unas semanas estuviera jugando a pádel y bromeando con sus amigos. Parece increíble que ya no pueda disfrutar de una comida con sobremesa ni note el sabor del gintonic. Cómo iba él a saber que aquella carrera con sus nietos era la última, que no iba a haber más baños en alta mar ni excursiones al Balandrau, ni momentos despreocupados. Que la alegría que ha caracterizado siempre a la familia se vería ensombrecida. «A mi ahora me cuesta ser positivo», dice. ¿Y a ti?, me pregunta. También, papá, también.
Archivo mensual: abril 2021
Disfraz
Lágrimas
amagadas detrás de un ‘tot genial’
que ruboriza su cara.
Archivado bajo entre tu y yo