La tenía a ella. Se conocieron un verano en la costa brava, cuando sus padres alquilaron un apartamento para ir a celebrar la verbena de san Juan. Compartieron helado de pistacho y un primer baile en el envelado de la plaza con los fuegos artificiales de fondo. Desde entonces han compartido sus historias y ese hacerse mayores. Desde entonces han pasado ya treinta y cuatro años, un matrimonio, dos hijos, tres mudanzas y varios empleos. Los recuerdos del lugar de veraneo siguen intactos, pero ellos se están perdiendo. La tenía a ella, pero la vida es larga y lo que eran malas costumbres son ahora vicios, y la aceptación está llevándoles a la intransigencia y a un tedio silencioso. La tenía a ella, pero ahora dos veces por semana tiene a otra. Y ya no la tiene, pero siguen compartiendo techo, almuerzos de domingo y el mando de la televisión.