Hablamos de la belleza, de lo subjetivo de esa sensación que cada uno interpreta al mirar algo o alguien. Hablamos de los cánones establecidos y de lo poco que compartimos los gustos de las multitudes, y recuerdo una entrevista a Khaled Hosseini en la que decía que “la belleza es un regalo arbitrario e inmerecido”. Y pienso que tiene razón, y pienso también que ser bello no es una seguridad de nada. Alguien coge entonces el testigo y añade porcentajes a la conversación. Y asegura, a modo de ejemplo, ‘ella es guapa para muchos, para el 83%’, aventura; ‘ahí tendríamos un buen caso práctico’, apostilla. ‘Una persona bella con una vida solitaria’. Lo dice sin maldad, describiendo la realidad. Desde pequeña maldigo esa máscara real que me ha tocado y que no se corresponde con la imagen que quiero proyectar. No me acepto, y caigo en tretas estúpidas con el espejo que solo consiguen agotarme mental y físicamente mientras el tiempo, mi tiempo, se va esfumando.