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Por el bien de todos

Era el día de Sant Jordi, un día festivo en el que las calles desprendían buen rollo y celebración. Ella se despertó perezosa con el ruido de las niñas en la cocina. Cuando bajó, olía a café recién hecho y él ya había ido a comprar el pan, libros y tres rosas. Se besaron y comieron croissants mientras sonreían escuchando la poesía que había escrito su hija mayor. Una normalidad fingida que arrastran desde hace meses ‘por el bien de todos’. Están terminando de arreglarse para salir cuando el móvil suena. Ella disimula mal su ilusión y él lo nota y su rostro se ensombrece. Salen a pasear y a ver el ambiente, puede que hasta paren en la Farga a comprar algo de postre. Mientras miran libros ella aprovecha el bullicio para responder el mensaje: Te echo de menos siempre, pero hoy más. Está pletórica y él lo nota. Siguen viéndose, aunque ella le había dicho que ya no, aunque habían acordado pasar página. Las niñas bromean frente al escaparate de la pastelería y ella le busca con un gesto cómplice que él evita. ¿Puede que la actuación de hoy le esté sobrepasando? Esperan a que el semáforo cambie y cruzan, las niñas y ella, pero él se queda quieto. La luz parpadea, las niñas le llaman. Su vida le paraliza, pero sabe que terminará saliendo al escenario para orquestar el segundo acto.

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Lienzo casi blanco

2022 fue un año de trance para ellos, un punto y aparte en sus vidas. Unas vidas que vuelven a tener alas y, a la vez, cadenas. Unas vidas que se han puesto patas arriba por decisión propia. En mayo, tras muchas conversaciones, discusiones, terapia de pareja e intentos fallidos rompieron el compromiso que habían hecho quince años atrás. La decisión fue dura, aunque firme. Él al principio se mudó a casa de sus padres y después navegó el mediterráneo en velero mientras recomponía su puzzle vital; ella se refugió en los niños, en el trabajo y en las clases de claqué mientras redecoraba todas las estancias de su hogar. Los meses fueron pasando y cada vez que se reencontraban se abrazaban aliviados. Han redescubierto sus pasiones y se han dado una nueva oportunidad de disfrutar. Él ha cambiado de profesión y ahora inventa recetas de bocadillos de autor que cata los miércoles entre amigos y vende los fines de semana en una foodtruck. Ella vuelve a aceptar trabajos en Europa y a disfrutar de sus días tranquilos en la costa brava. A veces se sienten perdidos y vuelven las dudas, pero otras muchas están contentos ante ese lienzo casi blanco que les depara el futuro.

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Juzgarse

Se ha divorciado hace poco. Se aburre con facilidad, necesita que constantemente le sorprendan, y eso no es fácil. Es sentimental, cambiaría su vida entera por amor del bueno, del que duele y te hace feliz a partes iguales. Es sensible, inestable, perfeccionista y pasa de la euforia a la depresión en segundos. Tiene talento, es inteligente y con un sentido del humor irónico que a pocos termina de gustar. Practica submarinismo y pesca en alta mar la cena de los domingos. Construye cabañas en los árboles por diversión, apaga la luz del porche antes de acostarse, silencia el móvil cuando está con la familia y respeta los límites de velocidad. Es cariñoso y buen padre, pero un mal marido. Ha destrozado tres matrimonios y se juzga a sí mismo severamente por ello. Le fascinan el impresionismo, la cocina coreana y las películas de Viggo Mortensen.

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Punto final

Ayer cuando llegó a casa ella estaba en la cocina, recostada en la encimera leyendo una receta del libro que le regalaron estas navidades; apenas levantó la vista de la imagen del bacalao con sanfaina cuando él la saludó. Guardó la brompton, colgó la chaqueta y se acercó a darle un beso en la mejilla. Un gesto rutinario que ella acogió con más desidia de la habitual esta vez. Tras cenar se sentaron en el sofá, en silencio. Ella quería decir algo pero no encontraba las palabras, él la miraba, mucho, muy profundo. Entonces ella se lo dijo: quiero el divorcio. No dió más explicaciones, no sabía qué más decir, sólo que no quería seguir. Él la observaba mientras intentaba razonar, pero ambos sabían que llevan meses rotos y que la lucha no lo vale. Hoy al salir de casa ambos han ideado un plan. El de él pasa por un consejero matrimonial que les ayude a salvar las diferencias, el de ella es un piso de soltera donde poder rehacer su vida. Por la noche cuando llega a casa ella está en la cocina, esta vez releyendo los papeles de su abogado. Punto final a un matrimonio. Punto final a una mentira.

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