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Por el bien de todos

Era el día de Sant Jordi, un día festivo en el que las calles desprendían buen rollo y celebración. Ella se despertó perezosa con el ruido de las niñas en la cocina. Cuando bajó, olía a café recién hecho y él ya había ido a comprar el pan, libros y tres rosas. Se besaron y comieron croissants mientras sonreían escuchando la poesía que había escrito su hija mayor. Una normalidad fingida que arrastran desde hace meses ‘por el bien de todos’. Están terminando de arreglarse para salir cuando el móvil suena. Ella disimula mal su ilusión y él lo nota y su rostro se ensombrece. Salen a pasear y a ver el ambiente, puede que hasta paren en la Farga a comprar algo de postre. Mientras miran libros ella aprovecha el bullicio para responder el mensaje: Te echo de menos siempre, pero hoy más. Está pletórica y él lo nota. Siguen viéndose, aunque ella le había dicho que ya no, aunque habían acordado pasar página. Las niñas bromean frente al escaparate de la pastelería y ella le busca con un gesto cómplice que él evita. ¿Puede que la actuación de hoy le esté sobrepasando? Esperan a que el semáforo cambie y cruzan, las niñas y ella, pero él se queda quieto. La luz parpadea, las niñas le llaman. Su vida le paraliza, pero sabe que terminará saliendo al escenario para orquestar el segundo acto.

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Confesión

Confieso que he mentido, que he sido infiel, que he robado. Acepto que me he perdido, que he fracasado, que te he odiado. Admito que he llorado, que he sufrido, que he flaqueado. Revelo que tengo dudas, que no me gusto, que tengo miedo. Descubro que no te quiero, ni sé qué quiero. Declaro que estoy muy rota, que tengo envidia, que soy lunática y depresiva los días impares. Lo asumo y te lo digo sin decirlo cada mañana.

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Aceptación

¿Sabes cuándo todo es cómodo y te has adaptado y hasta te permites el lujo de quejarte a veces? ¿Sabes cuándo vas a trabajar andando y añoras hacer trayectos en tren, cuándo tienes pareja y quieres libertad y no rendir cuentas (y más espacio en la cama)? Pues eso. Se avecinan cambios. Aunque no son de los que le gustan, no son de los que elige ella. Esta vez vienen impuestos, por él, por el azar, la lógica o la monotonía. Y sin darse apenas cuenta este replantearse cosas la está consumiendo por dentro. En unos dos meses tendrá un coche que no quiere, tardará hora y media en llegar al laboratorio, al volver un poco más porque la Ronda de Dalt siempre está colapsada, y porque no es fácil encontrar un sitio para aparcar. Se perderá las clases de yoga de los miércoles y los almuerzos con las amigas el último viernes del mes. Y estará sola. Tendrá todo el espacio que siempre ha querido, una entrada de sobra para ir al Primavera Sound y el asiento 17B vacío en el vuelo a Japón. ¿Sabes cuándo sabes que todo esto se acerca y no quieres pero no te sale otra cosa que quedarte inmóvil? Pues eso.

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