La vida les ha cruzado de nuevo y no saben qué hacer. Vuelven a sentirse quinceañeros aunque esta vez van con mochila, y una pesa más que la otra. Se llaman a hurtadillas con excusas irreales y se escuchan y bromean y se ríen y tontean. Comparten vivencias y fotos de una parte de su vida, aquella que hacen solos. Hay que frenarlo. Ella lo tiene claro, pero sigue descolgando el teléfono y le escucha decir que no son pasado, que quiere verla, que tiene algo que contarle cara a cara. Se arremolina y se hace pequeña, no confirma la cita pero sabe que ese día se vestirá para gustarle. El martes suena el teléfono y ella no descuelga. Él insiste, y cuando al final hablan se les ha pasado el día y tienen que ir a recoger a los niños al colegio. Ella se siente frustrada consigo misma y antes de colgar le dice que tienen que poner punto final a todo esto. Se hace un silencio largo hasta que él concluye «te llamaré cuando vuelvas del viaje».
Excelente, muy real y bien escrito. Saludos!
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Es una ilustración muy clara ee lo que tantas veces sucede a nuestras vidas.
Por suerte muchas veces nuestros pasados tan solo son un poco de nostalgia y recursos para la inspiración de los poetas.
Comencé a seguirte.
Adelante y mucho éxito.
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A caray, qué real
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Me gusta tu estilo literario y esta novela “por entregas”, como antaño. Solo me gustaría leerla más seguido o con más periodicidad, y me gustaría porque así creo podré adelantarme a ver cómo avanza (¿o termina?) mi propia historia de vida. Porque parece que me espías y lo reproduces de esta excelente forma literaria. Solo cambias, para despistar, algunos lugares, algunas situaciones, pero ¡te descubrí! Es mi vida la que cuentas.
Saludos.
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Me suena conocida esta historia!!
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