Hoy es su primer día en la oficina. Llevaba muchos años sin tener esa sensación de nueva en nada y está nerviosa, y tiene miedo de no ser capaz, de no saber, de estar desfasada. En casa lo saben y su marido le ha preparado una cena relajada con un brindis final por los buenos comienzos. La crisis del año pasado la llevó al paro. Tiene 59 años y se ha pasado toda la vida detrás de una pantalla, atendiendo en remoto a los clientes, escuchándolos y poniendo su mejor cara y ‘siempre una voz amable’, como le remarcaba su coordinador. Sabía adivinar el ánimo de cada llamada sólo con el saludo inicial y su tiempo de respuesta se ajustaba a los parámetros ideales. Pero ahora nada de eso vale y ha intentado reinventarse para encajar. Las primeras sensaciones son buenas, y pese a ser un trabajo temporal le habrá servido para romper el hielo y sumar nuevas experiencias.
Lo que es la incertidumbre, una fuente de miedo, bien llevada, de felicidad, mejor decir bien llevada no, asumida si.
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