– ¿Conducías tú?
– Sí.
– ¿Estás bien?
– Sí.
– ¿Seguro? No me refiero solo a los arañazos y las heridas…
– Estoy bien.
– ¿De verdad?
– De verdad.
Así, sin exclamaciones ni sobresaltos, un monótono y vacío ‘estoy bien’ resuena en mi cabeza acompañado del estruendo de las vueltas de campana, los cristales rotos, el golpe final, los minutos de silencio, la sangre y el sonido de las sirenas de la ambulancia.
Así lo viví!
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👏👏👏
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Siempre decimos que estamos bien aunque estamos rotos en mil pedazos
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Ese «estoy bien» resulta ser, en muchas ocasiones, una coraza que nos protege de los demás…
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Me recuerda, eso si din sangre, a las sensaciones que experimenté en un golpe que me dio un conductor ebrio al saltarse un stop. Me gusta. Salud y saludos.
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