Subir a la cima de una montaña y dejarte llevar por esa extraña sensación que recorre tu cuerpo cuando, después del esfuerzo de la subida, y pese al desnivel acumulado y las pulsaciones revolucionadas, llegas arriba y te repones en un santiamén. Un ponerte a prueba necesario. Un sentirte libre, fuerte y capaz de muchas cosas. Objetivo cumplido. Últimamente los sábados tenemos esta afición. Levantarnos cuando el sol está aún durmiendo, enfundarnos las chirucas, abrir el mapa y elegir un pico. Así aireamos la rutina y empequeñecemos las trifulcas hogareñas, que nos parecen insustanciales a la hora de almorzar. Mañana subiré a alguna cima y, desde la altura, estiraré los brazos como si quisiera tocar el cielo, cerraré los ojos y respiraré hondo mientras te voy dejando ir.
Excelente … Sobre todo las frases finales. Buen fin de semana.
Aquileana 😀
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Nunca he subido ninguna cima, ninguna montaña… como mucho he subido unas escaleras y, debo reconocer que siempre he sido más de ascensor. Pero… Nunca digas nunca, quizá lo pruebe porque me lo has vendido bien.
besos
Fer
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