Todo en la vida está sobrevalorado. Y si no que se lo digan a él, que quiso conocerla desde el primer día que la vio en el pabellón, hace hoy casi seis años. Pero cuando la tuvo delante los nervios solo dejaron salir un hola entrecortado que provocó un saludo fugaz mientras se iba. Nada es tanto como parece, ni ella por guapa, esbelta, independiente y divertida; ni él por alto, deportista, respetuoso e interesante. Si al conocerse no cuajan, la idoneidad da paso a la indiferencia. Que sea guapa no asegura el entendimiento sexual, que sea divertida tampoco. Pero él no quiere creerlo y se aferra a esa imagen de pareja ideal que proyectan en los reflejos de la cristalera del bar. Arrinconando la aburrida dinámica que comparten en la cama van intentando en vano que el juego a dos funcione. Creyendo que el dilema lo salvan esos besos tan buenos, y esas miradas compenetradas; aunque al final esto es anécdota, y lo relevante es el resto, esos agobios nocturnos que no se atreven a zanjar.
Un reflejo, distorsiones de la luz, vagamente relacionado con la realidad…verdaderamente acertado¡¡
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Que gran verdad… No vale con reflejos perfectos en una cristalera…
Muy bueno!!!
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Ufff, fuerte pero cierto. Todos tenemos una historia de «la pareja perfecta» sea propia o no que puede encajar -tristemente- en este cuadro.
Un abrazo desde el Caribe.
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