Volvieron a encontrarse por la calle Pau Claris una tarde cualquiera. Intercambiaron simpatía, miradas y hasta alguna caricia. Revolvieron ilusiones sepultadas y olvidaron, por unos segundos, los desprecios de la última vez. Sus ganas de besarse crecían mientras se contaban viajes y nuevas rutinas adquiridas. Pero los recuerdos son un arma de doble filo y la frutería de la esquina provoca en ellos un distanciamiento. Él lleva un diario desde hace años, donde repasa instantes de una vida que no siempre le ha sido favorable; y recuerda que allí es donde se perdieron la confianza el pasado otoño. Escribir es terapéutico, le ayuda a contextualizar sentimientos y a verbalizar emociones. Le habitúa a entenderse y a no olvidar. Su semblante cambia, le suelta la mano y la despide con cordialidad, frío incluso, antes de llegar a Gran Vía.
25 julio, 2014 · 17:33
Un arma de doble filo
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