Tumbados en el sofá, con la cabeza recostada en tus piernas, te cuento qué quiero ser de mayor, y tu cara cambia el semblante y me miras risueño y con un deje soberbio dices que tengo que centrarme, ‘tienes un buen sueldo y un horario que compagina perfectamente con nuestra vida personal, nadie quiere hacerse mayor para conseguir algo diferente a eso’, puntualizas. Rebato tu teoría con una actitud algo infantil: ‘yo sí.’ Y me incorporo en mi lado del sofá y pienso en el encuadre de la escena y en ese ‘nadie pone sus sueños en manos de quien puede destruirlos’ que advirtió Paulo Coelho. Tenemos los días contados, me digo.
Oh, sí! Espero que ya hayan terminado. Por el bien de tu espíritu.
Me gustaMe gusta