Sentada frente al ordenador, tecleo a dos manos una sinfonía de letras que aquietan mis pensamientos mientras paseo la mirada por toda la estancia y, sin saber cómo, termino con los ojos fijos en mis manos. Siempre me han gustado las manos, un poco por su papel segundón en la belleza del conjunto, un poco por los rasgos del carácter que atesoran y su lenguaje sincero, sin ensayos previos. Las mías hoy están morenas y tienen los nudillos secos por el frío. Las veo mayores, arrugadas, recubiertas por una piel marchita llena de historias de vida. Son manos de pianista, decía mi abuela; y yo solo sé que son manos que añoran acariciar.
«…y yo solo sé que son manos que añoran acariciar»
Un texto corto y hermoso.
Me ha gustado mucho.
Saludos.
Me gustaMe gusta