Somos dos. Solo dos, y tenemos poco o nada que ver el uno con el otro. Somos dos desde que decidimos que nos debíamos exclusividad y dejamos de conocer a otras personas. Yo nunca acepté bien ese acuerdo. Nunca me amoldé a ese cerrar puertas. Me cuesta abrirme al futuro y eso me lleva a plantearme si es cosa mía o simplemente de una química que ya no encuentro en ti. Somos dos, y nos hemos comprado una petunia para alegrar el balcón y saber, desde la calle, que allí está nuestro norte. Pero las petunias no sobreviven al frío, ya nos avisó la florista del paseo Sant Gervasi. Y aún así la trajimos a casa y creímos haber reforzado la relación. Hoy ya no queda petunia, ni relación.